sábado, 24 de abril de 2010

Un vino de Copa.

Sirvo la copa en el vino y despacio, muy lentamente, ingiero los cristales que me cortan, rasgan y aruñan el tejido primero del esófago.
El aroma dócil del vino desafía la mucosidad de mis narices y se impregna para nunca desaparecer.
Y desespero, grito, lloro... por querer ser maltratada por el licor dulce que no logra tocar mi garganta, en vez de saborear la sangre aguda que con las esquirlas acaricia mi dolor.

Catorce de Diciembre, 2009

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