martes, 13 de abril de 2010

Tres días antes de Agosto, 2009.

Muchos sentimientos hoy dan vueltas en algún confín de mis sienes, algún rincón gris de la materia protegida por mi cráneo.
Y qué nube de inconformidades es la que me impide vislumbrar mi realidad?
Ha pasado ya mucho tiempo desde que decidí no volver a enamorarme y, sin embargo, hoy parezco encontrarme en el mismo escenario sin espectadores, nuevamente sola.
Pero eso no pudo haber sido amor.
Con determinación he pensado que cada sentimiento depositado en el universo debe ser recíproco para subsistir. Y éste en definitiva no lo fue. No existió. Fue sólo un espejismo carnal de los deseos que me agobian.
Su respiración aún impregnada en mi cuello me recuerda que yo, aparentemente, amaba sola mientras era utilizada para saciar una sed apasionada de mí.
Recordando los detalles, sin embargo, poco me importaban las ocurrencias que por su cabeza se paseaban, mientras recorría con sus tibios dedos la silueta de piel que recubre mis huesos.
Recuerdo también que hablábamos mucho, pero nunca recordaré de qué. Elegí olvidarlo, pues supe definir que cada palabra que salía de sus labios, que no eran solo míos, fue su más grande mentira.
He tomado hoy decisiones, con ayuda de las melodías que parecen rodearme mientras cicatrizo estas palabras en mí.
Tuvo siempre lo que quiso pero se limitó a beber de un trago la pasión que yo le ofrecía mientras buscaba degustar en él algo más que la mezcla de albúmina y agua que por sus glándulas salivales era segregada cada vez que me imaginaba sin el recubrimiento textil con el que los seres humanos salimos a la cotidianidad.

De repente todo cambia y me siento mejor.
Dieciséis de Noviembre del mismo año.

Ahora me acompaño a mí misma con una copa, con un abano puro, tal vez más tarde sean dos.
La sinfonía de mis pensamientos anhelantes se apodera de mis tímpanos y las imágenes de los recuerdos, en los que él era el protagonista, son accidentalmente manchadas por el vino que vierto a propósito sobre éstas.
El humo del tabaco se lleva los sonidos y el aspa de la ventilación los tritura cuando pretenden salir bien librados del recinto.
Experimento, pues, una envidia profunda hacia él por haber tenido conmigo tanto tiempo a solas.
Pero entonces recuerdo que sobre la mesa hay dos copas servidas y que ambas me las beberé yo.
Es cuando la endorfina que minutos antes me inyecté en las venas, al imaginar mis manos tensionadas en torno a su frágil cuello, al fin tienen efecto; y cada lágrima derramada, ahora perdida en alguna fibra de la alfombra, se ríe.
Desde el centro del estómago la más potente carcajada me domina, y simplemente no puedo evitar brindar con el espejo por el bienestar del reflejo que se proyecta ahora, que me encuentro justo frente a él.

No hay comentarios: