martes, 20 de abril de 2010

Orgia.

Algunas nubes describían fascinantes figuras al otro lado de la ventana. Afuera, la actividad sobre la arena era testigo de los millares de vaporosas imágenes que podían llegar a formarse con ayuda de los vientos provenientes del sur.
Pero su cabeza no se concentraba en aquello que era aparentemente captado por sus inexpresivos ojos. Su cabeza seguía dando vueltas inestables entorno a los efectos de la familiar botella de licor con la que en la noche anterior había creído ahogar sus penas.
Entonces recordó que no recordaba nada y se sintió enfermo. Desde el fondo del estómago los jugos gástricos lo indispusieron y sólo quiso eliminarlo todo. El ácido recorrió el esófago a gran velocidad y sin remedio atravesó la boca deteniéndose sólo en la fría superficie de cerámica. Un sin fin de partículas se encontraban ahora dispersas en el suelo, algunas de ellas parcialmente separadas constituían el repugnante líquido, mientras que otras un poco menos dispersas hacían de los fragmentos de comida que no habían logrado ser completamente digeridos.
Qué había ocurrido? Fue la cuestión que entonces su razonamiento le formuló.
Cerró los ojos:

Las imágenes tenues comenzaron a regresar a su mente y fue cuando recordó colores en aquella misma habitación. Centenares de colores que danzaban reflejándose en las paredes donde también eran proyectadas las sombras inquietas de los jóvenes habitantes del diminuto recinto.
Esas sombras se atraían magnéticamente unas a otras, se acercaban con frenesí y después de algunos segundos se distanciaban mostrando tensión en los cuerpos.
Seguía recordando:
Esa noche cada sujeto habría besado cada boca, inhalado cada aroma, palpado cada cuerpo, experimentado toda sensación. Aquella noche no hubo hombres o mujeres solteros, ni compañeros ni parejas estables.
Decidido por delante o sorprendido por detrás, cada joven experimentó que en definitiva no se hallaba solo en el mundo (ni mucho menos). Cada uno había hecho parte de una industria en la que desempeñaba todos los cargos.
Golpes, gemidos, gritos y jadeos colmaron el lugar, y esa excitante melodía estalló nuevamente en sus tímpanos.

Abrió los ojos.
A su alrededor los cuerpos desnudos yacían como prueba del descontrol y una vez más el sentimiento de agonía se apoderó de sus sentidos.
Entonces recordó cuando recordaba no haber recordado nada, y lamentó haberlo recordado.

Alguna tarde de Septiembre, 2009

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